La mirada del viento
Tila

Tala había terminado su jornada de trabajo de un día cualquiera. Un trabajo que no le hacía feliz, pero que le permitía comer, vivir cerca del mar y ahorrar para su gran pasión: estudiar música.

Vivía en La Preciosa, la última reserva Navajo al sur de Estados Unidos. Es muy difícil ser mujer en un mundo de hombres, de hombres blancos, pero se hace un poco más si tu piel es más oscura, perteneces a una minoría y vives en un pueblo pequeño, perdido y dejado de la mano de Dios. Creía profundamente en las señales que le daba la naturaleza y estuvo todo el día con un frío helador, de ese que cala los huesos, y con un mal presentimiento de que algo malo iba a pasar.

La noche era oscura y espesa. No había estrellas en el firmamento y la luna se tornaba poco clara. Se dirigía a su casa por el bosque escarpado que conocía como la palma de su mano, pero estaba acostumbrada a dejar guiar sus pasos por los rayos de la luna y las estrellas. Le daba la sensación de que los árboles cobraban vida a su paso queriéndole avisar de “algo” con el movimiento de sus ramas. Escuchaba ruidos sordos y traidores. Los árboles aleteaban sus ramas más y más y en la noche fría y oscura le pareció ver unos ojos fríos y brillantes fijos en ella. Su paso cada vez era más acelerado y se acompasaba con el viento traidor y los ojos, esos ojos que seguían ahí, mirándola, persiguiéndola, oliéndola.

Llego hasta la cabaña de los guardabosques que a pesar de los gritos de Tala no despertaron de su profundo sueño. Parecía que la naturaleza hubiese conspirado en contra de ella. Y el viento, el maldito viento. Y esos ojos brillantes, penetrantes, llenos de deseo, lujuria y maldad.

No podía detenerse, el miedo la atenazaba, pero tenía que llegar a la cabaña de la vieja Ruth.

―Ruth, Ruth, abre por favor -dijo Tala.

―Pasa mi niña te estaba esperando.

Tala, contó a Ruth lo sucedido, al calor del fuego, envuelta en una manta y tomando una bebida caliente. La puerta de la cabaña se abrió y cerró de forma impetuosa. El viento traidor parecía enfurecido. Y en la ventana se reflejaban unos ojos brillantes e iracundos.

1 comentario en «La mirada del viento<br>Tila»

  1. Buenos días a todos: Primero, dar las gracias a Alfonso por dar a conocer nuestros textos y tener la oportunidad de leer a compañeros nuevamente. Para mi, supone un auténtico placer. Mi texto se basa en uno de los ejercicios que nos propuso Alfonso, en nuestro club de escritura, en un poema de Federico García Lorca. Supuso un reto y una gran alegría ya que quede al menos yo, muy satisfecha con el resultado. Lo leo con cierta nostalgia, como dice la canción «cualquier tiempo pasado fue mejor», ya que no teníamos el desafortunado placer de conocer al maldito Covid que nos ha parado a todos. Nos podíamos reunir en torno a una mesa, compartir el ritual de entregar los textos a los compañeros y al profesor y ver sus reacciones. Era un momento, al menos para mí, mágico. Espero, porque la esperanza no se ha de perder nunca, que volvamos pronto a nuestras reuniones presenciales y mientras tanto nos tendremos que contentar con el Zoom que no es poco. Somos privilegiados por leer, aprender y compartir conocimiento y cultura que en definitiva nos enriquece y alimenta el alma. Espero que lo disfrutéis. Un besito y mucha salud.

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