Falsas apariencias
Ascen Ferrón

Que te digan “estás hecha toda una polla” dos ancianas emperifolladas mientras te comen a besos en la puerta de un ascensor en un hospital, es algo que no se olvida fácilmente.

Allá por los años 70 era frecuente, entre mujeres de cierta edad, decir que una niña estaba hecha una pollita. Eso sucedía cuando por edad no se había alcanzado la etapa de la adolescencia, pero en apariencia se había pasado la de la niñez. Cuando el cuerpo había dado un estirón de golpe y comenzaba a adornarse con atributos femeninos y curvas que delataban el abandono de esa inocente etapa. Cuando las madres vestían a sus hijas ―y digo vestían, porque poca decisión tenían las pobres niñas― como si de criaturas que acababan de recibir la Primera Comunión se tratasen, el resultado era hartamente chocante pues andaban vestidas con blusas de frunces y calcetines de croché   mientras que sus cuerpos pedían, como poco, utilizar calcetines de media y zapatos de tacón bajo. Seguro que, si me lee alguna mujer, sabe de lo que hablo.

Yo fui una de esas niñas que pegó el estirón muy pronto y con pocos años me convertí en una “pollita”. Era una sensación agradable, la gente creía que tenía más edad de la que verdaderamente tenía y eso permitía unirme a grupos que, de haber sabido mis verdaderos años, me hubiesen prohibido formar parte de ellos. Por aquel entonces tener más edad era un marchamo de calidad, hoy en día que me echen más de la que tengo puede ocasionar un serio problema a quién lo haga. ¡Cómo nos cambia el cumplir años!

Una tarde de septiembre, acompañada de una de mis primas mayores que casi podría ser mi madre, fui al hospital a ver a una tía mía que estaba recién operada. Lo lógico hubiese sido ir acompañada por mi madre, teniendo en cuenta que ella, como joven viuda, y yo, como huérfana, formábamos una exclusiva unidad familiar, pero ella pasaba la mayor parte del tiempo en el hospital haciéndole compañía a su única hermana.

La familia política de mi tía estaba formada por viejas solteronas de rancio abolengo castellano, mujeres criadas en una familia de férrea tradición castrense cuyas únicas ocupaciones eran administrar los bienes que su padre les dejó en herencia y velar por todo lo relacionado con su único sobrino y, por ende, su familia. Dicho esto, es fácil comprender que visitasen a mi tía en el hospital día sí y día también agasajándola, además de con su compañía, con delicias de la mejor pastelería de la ciudad.

Las “titas García” cómo mis primos las llamaban, eran dos octogenarias que intentaban tapar sus arrugas con cantidades ingentes de maquillaje y sus bocas iban tan excesivamente coloreadas que parecía que la naturaleza las había dotado de cuatro labios, labios que dejaban marcados como manchas rojizas y casi indelebles cada vez que besaban. Tenían las manos muy arrugadas, cosa que no pasaba desapercibida por mucho empeño que pusiesen en llevarlas cubiertas de sortijas y las uñas pintadas de rosa nacarado.

Así es como las conocí o, al menos, las recuerdo. Mi prima y yo esperábamos el ascensor, la puerta se abrió y aparecieron “las titas García”. Ella ya había tenido el gusto de conocerlas en otras ocasiones y, por su edad, estaba acostumbrada a lidiar con los hábitos sociales y consabidas presentaciones. Me señaló y dijo: “Mi prima, la hija de mi tía María”. Ellas, con un ímpetu desconocido hasta entonces por mí, se abalanzaron cubriéndome de abrazos y besos, de esos sonoros que dan solamente las abuelas y que parece que te van a succionar parte de la piel. Una vez marcada mi cara con sus labios que parecían ensangrentados, me apartaron y me dijeron: “estás hecha toda una polla”. Hay un dicho popular que define muy bien cómo se siente una persona en situaciones incómodas y es: “no saber dónde meterse”; pues eso le pasó a mi prima, no atisbaba hueco donde esconderse.

Yo la miré mientras mis ojos querían escapar de sus órbitas y ella me aclaró: “estás tan desarrollada que eres una pollita grande”.

Ahora conozco, como poco, tres expresiones con esa palabra: tener cara de polla, tener la cabeza como una polla y estar hecha toda una polla.

Deja un comentario