Puchero de pecados
María Alcázar

La luz fría del fluorescente de la cocina acentúa la piel blanca del rostro tenso de la mujer, bajo cuyos ojos se hunden dos lívidas ojeras. Sentada a la mesa, limpia un puñado de lentejas con extrema concentración, no quiere que se le escapen las piedrecillas ocultas entre las semillas leguminosas.

Cuando termina de rebuscar en el primer puñado de lentejas, coge otro más del bote de cristal donde las guarda, lo extiende sobre el mantel, y comienza de nuevo el meticuloso escrutinio. Ya ha sacado dos piedrecillas de entre las legumbres y necesita tres. Una por cada pecado de los que acusa a sus familiares: avaricia, soberbia y lujuria.

La riqueza acumulada por su suegro en una vida de trabajo; la inteligencia cultivada por su hermana durante años de estudio; y la belleza con la que la naturaleza agració a su cuñada. Logros y virtudes que ella retuerce en pecados corroída por la envidia de no poseer ninguno de esos dones.

Cuando por fin encuentra la tercera piedra, echa las lentejas en agua y guarda los tres pecados en el bolsillo de su delantal. Al día siguiente, los añadirá a los platos de cada uno de sus familiares: con un poco de suerte, alguno se partirá un diente.

1 comentario en «Puchero de pecados<br> María Alcázar»

  1. ¡¡Fantástico trabajo!! Al leerlo logras colarte de inmediato en esa cocina y compartes la tarea de buscar entre las lentejas esas piedrecillas que, sin duda, alguna vez habríamos pensado echar también a alguno de nuestros guisos.

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