16 abril 1993
Hola, queridísimo diario… Joder, no tengo ni puñetera idea de qué escribir aquí. Esto es una mierda.
24 abril de 1993
Vale, vamos a intentarlo de nuevo. Rita me ha convencido de hacerlo y si le pago para que me ayude tendré que hacerle algún caso. Supongo. No me hace mucha gracia recibir órdenes. Cuando sea vieja voy a ser insufrible. Ja.
Hoy por la mañana he paseado a Rufus por el parque Roma. Me gusta ese momento de tranquilidad al fresco de la mañana. Me aclara las ideas, dentro de poco no tendré muchas ideas que aclarar. Luego he llamado al Rober a ver qué tal va el caso Alisios. Desde que me dieron la baja no me fío de que lo estén llevando como Dios manda. Rober tiene buena intención pero a veces no ve una pista incriminatoria aunque la tenga a dos dedos de la nariz. Yo le he “sugerido” por dónde continuar el caso. Ja. Tiene que estar hasta los cojones de mí y no me extraña. Creo que en el fondo me tiene cariño. Pero el muy puñetero me habla con una voz de pena insufrible desde que ocurrió el incidente del Parque del Oeste y me rehúye la mirada. Rober es un buenazo pero también un cobarde. Yo sigo siendo la misma, al menos de momento. Le pueden ir dando por culo.
26 de abril de 1993
Vamos a seguir con esta mierda. Ya ha habido más de una persona que me lo ha recomendado. “Viene bien con estas cosas”, me dicen con voz condescendiente. A mí me gustaría creérmelo pero mi padre escribía su diario todos los días y eso no le ayudó.
Estar de baja es un coñazo, la verdad. A parte de pasear a Rufus y pensar en que tengo que escribir este maldito diario no hay mucho más que hacer. Ya llevo dos semanas de baja y tengo miedo de que me llamen para seguir dándome largas. Me gusta sentirme útil. A veces creo que no tengo mucho más que ofrecer. Y dentro de poco ni siquiera eso.
Ayer fui a ver a mi sobrina Marta. Le sorprendió que apareciera sin avisar. Le dije que había venido en cercanías al pueblo de la sierra pero me siguió mirando con preocupación. Por suerte nos tomamos un café bien cargado y volvimos a charlar como antes solíamos hacerlo. Me gusta que viva en la casa de mis padres ahora que ya no están. Prefiero eso a que la casa donde me crié acabe en las manos de un maldito guiri que solo la pisa para beber sangría. Cris no paraba de berrear en cuanto no le hacíamos caso pero se quedaba tranquilo en mi regazo. Siempre me he dicho que no tengo instinto maternal pero al ver esos mofletes manchados de chocolate la mentira de desmorona. Joder, qué cursi me he puesto. Espero que esto no lo lea nadie. Yo nunca leí los diarios de mi padre a pesar de que él quería que lo hiciéramos. Me da miedo verme reflejada en ellos. Él se pasó toda su vida diciéndome que soy una valiente y ahora resulta que soy una cagueta.
3 de marzo de 1992
Me ha llamado el comisario Trueba. La junta se ha reunido y han decidido prejubilarme. Me cago en la puta que los parió.
17 de mayo de 1993
La otra tarde salí a pasear a mi perro. Estaba muy cabreada y, jugando, le tiré la pelota demasiado fuerte. Lo perdí de vista. No paré de buscarlo por el parque hasta que se hizo de noche… Hasta que se me olvidó qué estaba buscando y me vi rodeada de árboles oscuros. No sabía dónde estaba. Me sentí como en el Parque del Oeste, solo que aquella vez no llevaba una pistola ni me crucé con ningún desgraciado que recibiera mis balas asustadas. Grité el nombre de mi perro hasta que se me olvidó cómo se llamaba. Así que me puse a pedir ayuda, un par de hombres me encontraron. Creo que me llevaron al hospital y vino Marta a recogerme. Cuando entramos en mi piso vi el platillo de comida rotulado como “Rufus” y me eché a llorar. Todavía siento vergüenza de que Marta me haya visto así. Creo que no me ha visto llorar ni siquiera en los funerales de sus abuelos.
Yo no quería escribir esto pero tuve sesión con Rita y me dijo que lo intentara. Que hiciera el esfuerzo de recordar, que lo pusiera por escrito. “Es como apuntalar la memoria” me dijo. Esa puta frase sí que se me quedó grabada.
30 de mayo de 1993
Me he venido a vivir con Marta. Bueno, más bien me han obligado pero al final no me ha quedado otra que aceptarlo con una resignación que me quema por dentro. Qué poética me he puesto de repente. Ja. Como diría mi madre con su gracias andaluza: “Me da coraje”. De ella sí que me acuerdo perfectamente. Ese carácter tan fuerte. Siempre con el delantal manchado y un trapo en las manos. Se preocupa mucho de que sea policía. “Ese no es mundo para mujeres”, me dice siempre. Yo le suelo contestar con un corte de manga y las dos nos reímos mucho. Creo que la echo de menos. Hace tiempo que no la veo. A ver si me la encuentro luego y le digo que me prepare su flan casero, con galleta por encima y todo.
5 de Junio de 1992
Carajo, hoy hace un frío que pela. El grajo, que vuela bajo. Aquí en la sierra está nevando. Me encantaría salir a jugar con la nieve pero una chiquilla insolente que vive con nosotros no me deja, dice que puedo coger un resfriado. Yo solo quiero jugar un rato, coño. En un momento en que ella estaba cocinando me he salido al jardín a hacer un ángel de nieve. Me gusta el frío, aclara las ideas. Un crío pequeño que creo que es su hijo me miraba desde la ventana. Yo me he puesto el dedo en los labios para pedirle que no contara nada y él me ha devuelto el gesto pícaro. Luego nos hemos reído juntos un buen rato.
Después me he dado una ducha y me he acercado al estudio de mi padre para contarle mi aventura en la nieve. No estaba, creo que ha salido. La habitación todavía olía a tabaco. Curioseando aburrida, he encontrado unos cuadernos con su nombre en ellos. No sabía que mi padre escribía como yo. Aunque la verdad es que yo ya lo hago por costumbre más que por otra cosa. Me pregunto qué clase de cosas escribirá él. Se los he tomado prestados pero he dejado una nota. “Ahora tu flan travieso conocerá tus secretos” le he escrito detrás de una factura vieja. Siempre me dice que soy su “flan travieso”.
Un puto día cualquiera día de algún año miserable
He leído los cuadernos de mi padre. No he entendido nada. Luego he leído los míos. Ahora entiendo más cosas. Ojalá no lo hubiera hecho. Voy a quemar sus cuadernos, también los míos. Al final mi padre no tenía razón, sí que soy una cagueta. Joder, prefiero no recordar.