Cosas de niños
Ascen Ferrón

Es domingo. Es temprano y luce el sol. Hay una ventana abierta por la que entra fresco. Tomo un vaso de leche y una pastilla de biodramina. Está amarga.  Me dan ganas de vomitar. Se me revuelve el estómago. Mi madre me pone el abrigo, es el único que tengo. Le doy dos besos. Me acompaña hasta la puerta y me da las  últimas recomendaciones, las mismas que me dio la noche anterior. Está ilusionada por mí, ella nunca me ha llevado de excursión al campo. Cuando estábamos los tres, mi padre no conducía, por eso nunca íbamos.  También está triste, se queda sola, hace poco tiempo que mi padre murió. Mi madre está de luto. Estoy nerviosa, es la primera vez que voy con ellos en coche. Temo marearme y me da vergüenza vomitar. Va el niño, yo estoy gorda y sus hermanas son delgadas y rubias, temo también que se ría de mí.

Subo las escaleras hasta la segunda planta. Me atuso el pelo y llamo al timbre. Ruidos, voces, pisadas y se abre la puerta. Es él, me mira, me dice hola y se aleja. Los padres están listos y los niños también. Salimos, cierran la puerta. Al bajar las escaleras, mi madre nos espera en el rellano del piso. Me vuelve a dar dos besos y se despide de todos. Cierra. Me da pena.

El coche está aparcado junto a la acera, es pequeño. Nos apretamos atrás. Cabemos unos encima de otros. El padre arranca, circulamos y salimos de la ciudad. Hace mucho calor. Me estorba el abrigo. Alguien abre una ventanilla del coche. Entra aire. Es un alivio. Pese a la biodramina, el estómago me da vueltas. Me aguanto. Los niños cantan, ríen y  pelean. Yo canto mal y por eso me callo y porque me da vergüenza.

La carretera es estrecha, no hay coches, circulamos despacio. Mucho sol y mucho calor. A ambos lados es todo campo amarillo. Se detiene el coche, se arrima a la derecha y nos bajamos. Los niños corren, a mí no me gusta correr. No corro bien. Tengo hambre. Hay algunas flores, son blancas y amarillas y muy pequeñas. Yo sé muy pocos nombres de flores. Esas me recuerdan a las de la manzanilla, unas flores pequeñas y secas que mi madre pone en agua hirviendo cuando me duele la barriga. Me da pena. Hay otras rojas, de pétalos muy suaves y delicados, sé como se llaman, son amapolas.

Los niños corren por el campo. Los padres caminan despacio. Tengo calor. No me gusta correr.  No me gusta coger flores. Llevan zapatillas de deporte, yo no tengo y por eso llevo zapatos. Me noto mareada. Me quiero ir. Me acuerdo de mi madre. Mi madre es viuda y yo no tengo padre. Ellos si tienen. Sé que soy distinta. Me miran de otra manera y no quiero. Me da vergüenza.  Me da pena. Entramos de nuevo al coche. Canciones, otra vez,  risas  y peleas. Yo me duermo.

El padre aparca el coche delante de la puerta del edificio. Miro hacia arriba. Mi madre está asomada a la ventana. Subimos hasta la primera planta. Ella ya espera. Mi madre me da dos besos. Me despido de mis vecinos del segundo. Entro en mi casa.  Ya no estoy mareada. Ya no me da vueltas el estomago. Ya no siento pena. Mañana contaré en el colegio que yo, también, he ido de excursión al campo.

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