De tu arco a mi tecla
Angélika Zenner

SONATA ARPEGGIONE  

Franz Schubert

        La eterna danza de los planetas

que giran y giran sin parar,

nos llevan presos a otros lugares,

nos hacen volar sin alas,

nos depositan en otro tiempo y lugar.

        El tiempo fluye y nos cambia,

hace que lo ya vivido no importe,

y en su incansable ritmo

nos arpegia y nos expande,

nos crece y aumenta,

para luego dejarnos solos

y de golpe tener que frenar.

        Danzaremos sin pausa,

bailaremos sin ritmo,

llenaremos las salas de melodías sin nombre

y cuando todo acabe,

recogeremos los trocitos que sobrevivieron a esta locura.

        Y poco a poco,

pieza a pieza,

el universo volverá a su sitio,

para que otra vez la música nos posea,

y empecemos de nuevo a bailar.

***

ELEGIA

Alexander Glazunov

       Cuando caigan las hojas de los arboles

y los paseos se llenen de melancólicas presencias,

recordaré el sonido de tu risa

y me acompañarás hacia lugares

en los que no se pone jamás el sol.

        Cuando las mariposas salgan de sus crisálidas

buscaré las sombras de los álamos,

para que el cielo en su infinita presencia me abrace,

y en el arrullo de su aleteo infinito

vuelva a oír tus susurros junto a mi corazón.

        Cuando la nieve caiga y con su blanco manto me cubra,

buscaré en el fuego tus ojos,

y al abrigo de las llamas

me perderé en tu nombre,

para recordar y seguir “viviéndote” muy dentro de mi corazón.

        Cuando vea el reflejo de las nubes en el agua

y el sol caliente mis mejillas,

sólo podré darte gracias por haberme incluido en tu vida,

y con las manos llenas de rosas

y el alma encendida,

miraré hacia el horizonte,

para nunca decirte adiós.

***

SUITE ESPAÑOLA PIANO-VIOLA

Manue de Falla

Dame tu mano en el ocaso del día,

que mi tecla sea tu cuerda,

que se construya en el silencio la armonía.

Que muera el agua bajo tus raíces

dando verde aliento a esta melodía.

Que de la montaña baja la lluvia cantando,

ondulante y sinuosa con osadía.

Y se va perdiendo entre las cuerdas de tu arco,

y aparece entre las teclas del alma mía.

Que no sean traidores tus ojos,

que no me dejen al final con agonía,

que no me entierren bajo tus notas

olvidando mi melodía.

Y que una nana blanca me arrulle,

que dure más de siete años y un día.

Que ya va siendo hora que duerma,

y que entre tu arco y mi tecla

resuenen las sombras,

en las que la canción vivía.

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