Y no amanece
Escritora Ocasional

CAE LA NOCHE. Sábanas limpias, pijama suave. Olor a crema milagro. Silencio sordo. Comienza el combate. Río de pensamientos. La madre enferma y sola. La inmadurez del hermano. El hijo que crece y todo es desorden. Desorden de horarios, desorden de habitaciones, desorden de expectativas. Silencio sordo. Pero se escucha el silencio. No se oyen aquellas pisadas. Arriba no hay nadie, no hay nada. Pobre infeliz, está tan sola en la ciudad costera, lugar para locos… pronto volverá. Tic tac, tic tac, el reloj de la noche. Pasan las horas, los minutos, los segundos. Mañana es ahora. Recoger ropa del tinte. El apagón eléctrico. Comprar velas, comprar conservas, comprar, comprar… Silencio sordo. Llegan las fiestas. Comidas familiares. Árbol de navidad, bolitas doradas, cintas rojas y verdes… El hijo que crece. Miedo por lo que vendrá. Anticipación del momento. Suenan las zambombas de la infancia, los villancicos de antaño. No había de nada. Nada faltaba. Hoy abunda, pero falta de todo. En la cocina hay plátanos, leche calentita …y no amanece. Minutos eternos, segundos inquietos. Silencio sordo. Antesala de espera. Pantalla informativa, orden de nombres. Impaciencia y temor. Se acerca la cita. Pasillos blancos, rostros mortecinos, asustados. Ríos de esperanza. Se oye un nombre. El nombre se levanta y camina, como en una cadena de montaje, hacia su destino. Después iremos otros. Manos entrelazadas. Inquietud en la espera. Silencio sordo. Alguien que duerme. Respiración profunda. Extiende la mano y nota su presencia. Cierra los ojos, sigue la lucha. Y no amanece.

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