Primavera
Isabel M. Martos Rozas

Los pies se le quedaron fríos de pisar en soledad las calles, de que el polvo que manchaba sus zapatos lo arrancaran las pisadas presurosas de los otros; de que se le murieran las horas en el parque de su barrio en la compañía fingida de los niños que jugaban sin mirarlo. Los pies se le quedaron fríos de que el único calor de las palabras se midiera con el timbre de la caja de un supermercado; fríos de huir de las fotos en hilera que despoblaron el salón de abrazos para poblar las repisas de reemplazables cariños de papel. 

Cuando el tiempo fue perdiendo la medida y el vacío conquistando las fronteras, decidió quedarse en casa, en la ilusión de las ventanas, en el despertar de los jacintos y en el aroma de los tilos que, ajenos a los años, solo cumplían estaciones. 

Deja un comentario